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CANCIONES PARA LA RECONCILIACIÓN

VOCES PARA LA PAZ

 

El colegio Alemania Unificada de la localidad de San Cristóbal Sur se ubica en un espacio empinado, para llegar se puede ir en bus, alimentador o simplemente caminar hacia allá, sin embargo por el sector donde se encuentra la mayoría de personas recomienda ir acompañado. Prejuicios de estratos sociales que hacen que para muchos sea un peligro visitar el sitio, pero al llegar allí, se pueden ver las montañas y la ciudad, tiene una vista poco envidiable a la de Monserrate y los estudiantes cuentan con bastante espacio verde para su recreo, un espacio verde adornado por las construcciones de los salones.

Allí es donde conocemos a varios niños que hacen parte del proyecto del Monumento Sonoro, en un espacio natural, con un ambiente agradable y con las voces de sus demás compañeros detrás pidiendo también ser entrevistados.

 

 

Cuando nos ubicamos allí podemos ver que los niños están preparados para participar en el taller del Monumento Sonoro y alistan sus voces para deleitarse con la satisfacción de hablar de la paz. Una de ellas es Angie Maricel Castiblanco Meneses. Una niña de doce años que está estudiando en la institución Alemania Unificada. Ella nos cuenta su historia antes de iniciar el taller del monumento sonoro del día.

Angie cursa grado séptimo y tiene algo que la diferencia de los demás niños. Además de estar usando ropa deportiva como jeans, camisa, chaqueta y tenis, en comparación con los demás niños que portan el uniforme, Angie no es de Bogotá, es del Quindío y no vino por gusto sino por obligación.

Ella y su familia son desplazados por la violencia y saben que deben seguir adelante buscando un mejor futuro, uno que quizás les arrebataron de sus manos. Esta es una de las principales razones por las que Angie se siente feliz haciendo parte del Monumento Sonoro por la Memoria, porque transforma sus sentimientos en canciones y cualquier persona que la viera entendería que en su corazón de niña solamente hay confusión y resignación, pero no odio, no ganas de venganza sino de buscar un futuro mejor y es así como usa letras de canciones para expresarse “con la letra que más me identifico es con el Cangrejo y el Caracol porque ahí hablan de unos animales que se los llevan por la violencia y después ellos dejan atrás la casa y es casi como lo mismo que me tocó vivir a mí”, dice Angie mientras entona un pedazo de la canción con sus amigos.

 

Y es que lo que cuenta Angie no es algo nuevo, es la realidad colombiana que según el Registro Único de Víctimas (RUV), cuenta que de 1985 al 2012 más de 2.520.000 menores de edad fueron desplazados forzosamente y tuvieron que recurrir a vivir en la miseria o en el delito. Una opción que no tuvo que elegir Angie, pues en medio del conflicto logró seguir estudiando y actualmente canta con su liviana voz un mensaje de paz y reconciliación a través de la historia del Cangrejo y el Caracol.

 

 

Al igual que Angie los demás niños, niñas y adolescentes crean su propia experiencia en la participación del Monumento Sonoro. Porque es un espacio sin discriminación, por lo que los hombres también son las voces principales de algunos solos de las canciones. Jhon Esteban es uno de ellos, aunque no ha tenido una experiencia de conflicto personal, sabe qué es lo que se necesita para perdonar y para buscar un mejor camino. 

Mientras le realizamos las preguntas pone una expresión seria, parecida a la de cualquier adulto, cambia su pose corporal y nos señala lo bonito del paisaje que deja ver su colegio. Jhon sabe que cambiar la historia es difícil, mucho más cuando él mismo menciona que la de nuestro país a través del tiempo no ha sido buena. Pero tiene un contexto y sabe que si se quiere se puede.

 

Su letra favorita de las canciones es Territorio de paz, porque cree que Colombia puede ser un nuevo territorio de paz para los niños más pequeños que él y sabe que más que problemas deben haber soluciones. “Debe haber un monumento en todo lado, porque en todo lado hay guerra”, cuenta Jhon sobre su encanto hacia el Monumento Sonoro por la Memoria mientras intenta callar a sus compañeros que se ríen de sus poses adultas.

CANCIONES

Este reportaje fue realizado con fines netamente académicos. Los derechos de las canciones pertenecen al Centro de Memoria Histórica y a los niños que lo hicieron posible. Utilizamos las letras para inspirarnos en contar su historia. 

LETRAS DE PAZ

Los cangrejos con su andar labran toda la tierra, las hormigas laboriosas trabajan al compás del armonioso pueblo de los colibríes y aunque son diferentes viven en paz. Con la primera luz comienza la cosecha de nuevos sueños, vida, trabajo y amor. Tierra de Colibríes y del espíritu del jaguar.

 

 

En un mundo donde el verde cubre las montañas se elevan tan poblados de flores y color, alegres avecillas, ríos y riachuelos con el néctar que alimenta los sueños del colibrí. Con la primera luz comienza la cosecha de nuevos sueños, vida, trabajo y amor. Tierra de Colibríes y del espíritu del jaguar.

 

 

Con sus botas de ciempiés, lo dañan todo al pasar. Ya no puedo volar libre ni la tierra cultivar. Con el cangrejo del sauce llorón y el caracol, abandona su jardín, caen las flores que crecen allí, dejando al paisaje sin color. Yo no quiero ser langosta. Ese juego no es para mí. Yo quiero cambiar de juego. Ese juego no es para mí. Yo no quiero ser langosta. Ese juego no es para mí. Yo quiero un mundo nuevo.

 

 

Crujen techos, hay gritos, lamentos, horrores, tormentos. Son gotas de metal, lluvia de metal, el tronar de la lluvia se escucha a lo lejos el huir de la tierra. Son gotas de metal, lluvia de metal, el tronar de la lluvia se escucha a lo lejos huir de la tierra.

 

 

Las metálicas langostas, se volvieron el paisaje y en el medio del barullo cada uno hace lo suyo, yo sigo yendo a la escuela, me llamo José Colibrí y sueño que soy bombero, astronauta y bailarín. 

 

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